Relato testimonial de varias
experiencias con niños:
Fui maestra de primaria y de secundaria en varios
colegios, durante 10 años y mi relación con las
niñas, las jóvenes, con los padres, con las autoridades,
la comunidad local, mostraría una etapa
importante de mi vida (17 a 27 años), y del mundo,
a mediados del siglo pasado (1957-1967), y aunque
es altamente gratificante volver a los lugares,
abrazarte, sorprendida con las exalumnas, reírnos
de nuestras propias ingenuidades y limitaciones,
añorar la limpidez de las relaciones, desdramatizar
los “grandes problemas” con los que nos confrontábamos,
constatar lo cambiante y lo permanente
de nuestras vidas, no es de esta etapa de vida, ni
de mi rol en la educación formal, de lo que trataré
a continuación, sino de mi inmersión en la educación
no formal.
Son actividades recreativas en su mayoría, en
las que vi florecer la alegría, la admiración de los
niños por cuanto les rodea, volar su imaginación, y
a la vez sentirse responsables, con capacidad de
cumplir normas de convivencia, de reconocer los
propios errores y de rectificarlos, bajar el nivel de
agresividad, relacionarse con los adultos y con sus
compañeros con confianza, dignidad y cariño.
- Los niños de Breña, en Lima
- Los Centros Infantiles Campesinos, del sur del país.
- Recreación y turismo con niños Quito.
- El Coro de “Niños Cantores del Pueblo”
- Los niños de la experiencia de Educación Popular INEPE
A) Los Niños de Breña en Lima
Estaba al frente del Centro Comunitario que
el Padre Gerardo (sacerdote canadiense), había
construido en la parroquia de Breña, en Lima, en
un barrio popular. Y colaboré con los sacerdotes
de la iglesia cercana, en la preparación para la
confirmación de los jóvenes de 16 a 17 años,
que antes de terminar su bachillerato
eran invitados a realizarla.
Asumir su compromiso personal con la comunidad
donde vivían, luego de analizar la situación
familiar, escolar, económica, organizativa de su
gente, era, parte de la reflexión, desde la interpelación
del evangelio, y unirse a la organización,
para afrontar los problemas más sensibles y a su
alcance de solución, como una demostración de
su compromiso.
De los 70 jóvenes que se prepararon, 30 se comprometieron
en dar su tiempo de vacaciones, para
el programa recreativo de los niños.
El proyecto incluía: coordinación con la municipalidad
para solicitud de transporte para el paseo
al mar y la entrada por grupos a la piscina municipal,
pero el conseguir todo el material educativo,
era de autogestión: las imprentas, las carpinterías
del barrio, las papelerías, les abastecieron en
abundancia.
Los recursos para el refrigerio diario de los 200
niños que se matricularon, fue conseguido y manejado
con pulcritud por la comisión encargada.
El programa de actividades, el entrenamiento
para las diferentes actividades deportivas, artísticas,
tuvo el aporte de las practicantes de Educación
Infantil que colaboraban en el centro.
De todos los ambientes de la casa se posesionaron
los jóvenes distribuidos en parejas, con su grupo de 12 niños.
Los juegos grupales, los programas artísticos con
la participación de todos, las canciones con 200
voces infantiles, llenaban de alegría el barrio.
El paseo al mar con 200 niños de 6 a 12 años,
fue uno de los mayores retos de mi vida. Inculcar
atención de 12 horas a los jóvenes que querían
también divertirse para que lo hagan con su grupo,
sin descuidar a ninguno, fue un gran logro Las
comisiones logísticas de refrigerio y de transporte,
se lucieron.
Después de este programa recreativo al pasar
por las calles del barrio, con frecuencia oía gritar
mi nombre y veía asomarse cabecitas despeinadas
y unos ojos alegres que esperaban ser descubiertos,
para salir a encontrarme.
B) Los Centros Infantiles Campesinos del sur del país
A finales de los años 70, el Economista Rodrigo
Espinosa, Gerente del Banco Central del Ecuador,
con el Directorio crearon
el Fondo de Desarrollo Rural FODERUMA.
El respeto al proceso cultural de las comunidades
era una de las políticas con las que debía funcionar
este Fondo. La visión y acción integral del
desarrollo, era otra característica y por supuesto,
incluía la Educación de los diferentes sectores involucrados.
Para facilitar el trabajo de las madres campesinas,
y para estimular a los niños de la comunidad,
era un gran apoyo el Programa de Centros Infantiles
Campesinos, (re-creado de los Wawa wuasi, del
Perú), para niños en edad de 3 a 5 años que funcionaron
en cuatro provincias de la costa y cuatro
de la sierra, con un total de 115 centros infantiles y
2000 niños, aproximadamente. El Programa estaba
financiado por UNICEF y tuvo una duración de
6 años, 1978 a 1984.
Cuando solo 30 años atrás las políticas de educación
no habían tomado en cuenta suficientemente
la educación pre-escolar rural, y los niños
desde pequeños tenían que trabajar junto a los
padres, en trabajos a veces superiores a sus fuerzas,
y si ellos preferían el juego, se les trataba de
vagos, los wawa wuasi, asumidos por las comunidades,
empezaron a cambiar la manera de pensar
y de actuar de los adultos frente a los niños campesinos.
- De entre las madres de familia o las jóvenes de
la comunidad, en sesión se elegía a las promotoras
del Centro Infantil que debían prepararse
con los coordinadores zonales y en talleres nacionales,
para conducir los centros infantiles.
- Los padres de Familia (hombres y mujeres) debían
también asistir a las capacitaciones periódicas,
resolver los aspectos de la colación de
los niños, la construcción del CDI, construir los
juguetes para los niños.
- La recopilación de materiales del medio para
la tarea educativa era realizada por padres y
promotores.
El invierno de 1983 devastó grandes zonas del
país y entre estas, la zona de la costa sur del país.
En la zona costera de la provincia del Azuay y en
el cantón Arenillas de la provincia de El Oro, había
8 centros infantiles.
Los 7 puentes destrozados en la carretera que
une las provincias de Guayas, Azuay y el Oro, así
como la destrucción de todos los cultivos y de las
viviendas de poblaciones enteras, fue un desastre
que puso a prueba la organización de la UROCAL,
(Unión Regional de Organizaciones Campesinas
del Litoral), a la que pertenecían 4 de los centros de
la zona, y estaban coordinados desde Zhumiral. A
los dos días del desastre, tenían ya un diagnóstico
completo de todas sus comunidades y formularon
inmediatamente el Plan y los diferentes proyectos
para la rehabilitación de la zona, coordinados por
el sociólogo y sacerdote Hernán Rodas, quien con
un equipo de voluntarios españoles había iniciado
la organización comunitaria de la zona.
La colonia vacacional
En estas circunstancias, los directivos del Programa
de los Centros Infantiles a nivel nacional,
en coordinación con la Asociación de Empleados
y del Comité Femenino del Banco Central, y mi
aporte, como responsable de la zona, formulamos
el proyecto de una “Colonia Vacacional” para
dos grupos de niños de la zona: 85 del Azuay y 75
de El Oro.
Para realizar el proyecto, se tenía primero que
consultar con las comunidades de procedencia
de los niños. Con las comunidades se resolvió nombrar
compañeras responsables por cada grupo de
10 niños para que viajaran junto con ellos
La colonia la realizamos en Picalquí, cerca de
Tabacundo, en la provincia de Pichincha.
Relatar todo lo que entrañó para las comunidades,
para los niños, para los adultos que participamos
en este proceso educativo de recreación
daría valiosos elementos de reflexión, pero me limitaré
a contar un acontecimiento muy importante
para mi, durante 15 días, con el niño más pequeño
de los 85 que tomé bajo mi cuidado, con quien
se entabló desde el primer momento
una relación madre-hijo.
Pero saborear en este corto tiempo, las alegrías,
sorpresas, inquietudes y dolores que esta relación
entraña, en una experiencia consciente de su fugacidad
y de su realidad de total independencia
mutua, no es fácil contar, pero quien se ha adentrado
un poco en el corazón de una mujer consciente
y sensible sabe que sí es posible, porque la
más pequeña semilla de vida que aproxima, hace
despertar en ella la Paccha Mama que todas llevamos
dentro. Es la respuesta de la vida ante la vida.
Cuatro mini-relatos dirán mejor mi vivencia con
este querido niño:
Los zapatos rotos.- Estar atentas al proceso de
adaptación de cada uno de los niños en la alimentación,
salud, abrigo, integración grupal, juego,
en el primer momento de la colonia, requería del
personal responsable mucha observación, mucho
amor y cercanía a todos los niños y especialmente
a su grupo encargado.
El captarse la confianza de ellos era la primera
meta, para poder cumplir las demás.
No me fue difícil a mi captarme la confianza del
niño, dada la espontaneidad de su trato y el cariño
que sentía por él.
Al día siguiente de llegados no se había podido
aún proveer del calzado y la ropa necesarios, pues
se debía conseguir a la medida de cada uno.
Corriendo bajo la lluvia, llegó él a mostrarme,
con una sonrisa esplendorosa. “mila mi zapato”.
Toda la plantilla del zapato se había desprendido
y me mostraba solo la capellada del mismo y la
planta del pie mojada y fría. Sentí oprimírseme el
corazón pues no tenía zapatos para cambiarle y
por ser domingo, no había talleres abiertos para
repararlo.. y hacía tanto frío…Sentí el dolor, la angustia,
la rebeldía que debe sentir una mujer cuya
pobreza no le permite tener ni lo mínimo indispen
sable para proveer a las necesidades de sus hijos;
pero las soluciones rápidas y sencillas sugeridas por
los mismos niños me hicieron pensar en la sabiduría
de las formas de sobrevivencia y la actitud deportiva
de los “pobres”, para resolver sus problemas.
Un niño dijo: “Yo vi una plantilla de zapato en el
potrero”, y corrió a traerla. Se la medí y efectivamente
era la suya.
Pensaba qué podría hacer, cuando él mismo,
poniéndose la planta y desamarrando el zapato
me dijo: ”podemos amarrarlo
con el mismo cordón hasta mañana”.
Collar de eucalipto.- La utilización de los materiales
del medio para la estimulación a los niños de
los CDI era uno de los criterios pedagógicos más
asimilados por los promotores campesinos y al llegar
a Picalquí, los recursos eran enormes.
El bosque de eucaliptos fue el primer objetivo
de la exploración. Regresaron corriendo, a caballo,
en las varas de la poda; con los bolsillos llenos
de las pepas (semillas), y las tapitas que éstas botan
al madurar:, con ramos de flores silvestres.
El olor a eucalipto que se acercaba al regresar la jorga
bullanguera me hizo adivinar de dónde venían.
Su alegría, su vida, se hacían fragancia de campo
y penetraban en mis pulmones y en mi espíritu, comunicando
energía y razón de vivir.
La creación artística con lo que trajeron fue diversa:
construcción de casas, de corrales, de gallos,
con las hojas secas, pegadas en cartulinas; la
elaboración de collares con las tapitas, ensartadas
en pabilo, tuvo las mayores preferencias.
Era necesario perforar las pepas, pintarlas, hacer
secar, ensartarlas y finalmente anudar el collar
o la manilla y darle el destino deseado . La mayoría
de niños (varones y mujeres) se lo colocaron
de adorno, otros lo guardaron para llevárselo a su
madre o a una hermanita.
Mi niño llegó a la noche al dormitorio con el collar
en la mano y dijo: “yo lo hice para ti”. Me puse
en cuclillas para igualarme a su estatura y recibí la
condecoración del amor de un niño, que jamás se
comparará ni con la joya más preciosa.
Cuando regresé a evaluar “la colonia”, con las
comunidades, en Palmales (cantón Arenillas de la
provincia de El Oro), una madre comentaba: “mi
hijo vino aquí con un collar hediondo, que no se lo
quita ni para dormir, ni para bañarse”.
Los pescadores.- La pequeña laguna rodeada
de totorales, con el islote, con la lancha a la orilla
y su invitación a la aventura, era uno de los encantos
y de los mayores peligros de Picalquí para los
85 exploradores de 5 a 7 años; por eso, todas las
encargadas vigilábamos constantemente que no
estuvieran solos los niños junto a la laguna.
Un día vi a un grupo de niños muy entretenidos
a la orilla, entre los que estaba el más pequeño.
Me acerqué procurando no interrumpirlos. Junto
al eucalipto añoso que sostenía el cable para
atracar la canoa, se iba levantando una parva
de felicidad con el fruto de la pesca de los muchachos.
El cable era la atarraya para acercar los
peces más lejanos, Los niños estaban provistos de
las varas recogidas en el bosque cercano: oportunamente
recibían con gritos y ¡urras!, las totoras y
ramas ahogadas que sacaban como pesca.
Al notar mi presencia me mostró el pequeño,
el montón que se iba levantando junto al árbol:
“mila cuánto hemos pescado”. “Qué bien, cuánto
han trabajado, le respondí; ¿Qué clase de pescado
han encontrado?”
Con el cable dio un remezón al montón de ramas
rescatadas de la laguna y dijo: “Mila, hay balbudos,
viejas, bocachicos,…camalones”, todos los
compañeros intervinieron para completar la lista
de al menos diez clases de pescados y mariscos,
fruto de su pesca.
Comprobé con profunda satisfacción el beneficio
incalculable en la educación de los niños campesinos
al participar con sus padres y hermanos
mayores en el trabajo de la comunidad que les
proporciona a la vez que distracciones al contacto
con la naturaleza, conocimientos y adquieren
destrezas, sentido de organización y solidaridad.
¡Cuánto hubiera deseado filmarlo para mostrar
a las comunidades, el valor educativo de su
vida, para que con más conciencia se permita, se
respete y se disfrute la presencia de los niños en
todas las actividades de la comunidad, asignándoles
tareas a su alcance, pues el “aprender haciendo”,
es el mejor método educativo de todos los tiempos.
El jabón ololoso.- Entre los milagros de amor que
vi realizar a las compañeras responsables de grupo,
era el baño, en el que desplegaban una infinita
paciencia para armonizar el turno, la ropa de
cada uno, el temple del agua a cada gusto, la
disciplina, para que no salieran corriendo enjabonados
por toda la casa.
Para mi, con uno solo, no era tan difícil; era más
bien un acontecimiento agradable, una ceremonia
en la que el oficiante era él y yo solo su ayudante.
El mismo quería hacerlo todo y solo con juego
lograba convencerlo de que los tobillos, detrás de
las orejitas era necesario restregar bien, con la esponja
para que quede muy limpio.
La primera vez que fui a bañarlo llevé un jabón
muy fragante y cuando me preguntó por qué no
lo enjabonaba con el “de losas”, que había en el
baño le dije que ese otro era más fragante y yo
quería que fuera para él.
Una vez tuve que ausentarme por día y medio
del campamento y al regresar encontré que ese
día él había disfrutado de la zarpa y el barro al
rodar por el prado; se había bañado y realizado
construcciones en el montón de arena que tenían
los trabajadores, al pasar por debajo de los matorrales,
los cortos cabellos habían quedado llenos
de paja, de musgo, de telarañas: asomó sonriente
y feliz, corriendo cuando
le gritaron que había llegado María Judith.
En su abrazo sentí que me abrazaban todos los
elementos con los cuáles él había jugado esa mañana.
Era casi la hora del almuerzo y se hacía necesario
alistarlo para ir a la mesa. Sin subir al cuarto
a dejar la maleta, pedí que me trajeran una toalla
y sin más entramos en el baño. Al verme tomar
el jabón “de rosas”, me dijo decidido, en su tono
costeño: “yo quelo jabón ololoso”.
Para qué crear en un niño condicionamientos
de una forma de vida distinta de la suya?, se me
podrá preguntar, pero yo era consciente de que
15 días no son suficientes
para condicionar una conducta.
Yo recuerdo este detalle con la alegría de haber
visto a mi niño, seguro de lo que quería, exigente
de cosas agradables para él y razonable al
explicarle que teníamos que apurarnos para ir a la
mesa con los compañeros y que no había tiempo
para ir por el otro jabón.
Al terminar el baño, lo arropé en la toalla y lo
tomé en mis brazos para correr a vestirlo y llegar
con todos al comedor.
Le pedí a la Vida que siempre le diera la oportunidad
de estar cerca de la naturaleza y que nunca
se realice en él la terrible sentencia de Neruda,
de que acaso el niño de hoy en la sociedad de mañana,
“solo tendrá tiempo para andar limpio, pero ya sin vida”.
En las actividades comunitarias, la organización
de las promotoras mostraba toda su creatividad,
responsabilidad y alegría:
• En la hora deportiva los grupos participaban en
carrera de postas, en juegos de ensacados.
Dibujarle la cola al burro dibujado en papelotes,
era divertido. Los niños escogidos de cada grupo,
con los ojos vendados y después de darles
varias vueltas, debían encontrar el sitio exacto
para dibujarle la cola, los gritos de sus compañeros
los desorientaban aún más y al pobre
burro a veces la cola le salía de la oreja, de la pata… .
• En la hora social, el concurso de baile en parejas
era ensayado previamente, en los grupos
de coreografía, se esmeraban. Los cantantes
solistas eran numerosos y quienes estaba en el
jurado, pasaban apuros.
• En la presentación de sainetes se conjugaba la
gracia, el conocimiento de su realidad local.
La representación de “La dentistería”, fue comentada
por varios días y los artistas aplaudidos
mucho. En los 29 años transcurridos de haber
presenciado esta representación de los niños,
tal vez pierda muchos detalles mi memoria,
pero recuerdo claro al dentista que se paseaba
quejándose de que no caía ni un pato, su
mandil era la camisa de un niño más grande,
acariciaba su bigote, olvidándose de que se le
podía caer. Entra llorando un paciente con la
cara hinchada, sostenida la mandíbula con un
pañuelo de colores y le suplica que le saque la
muela porque se muere del dolor, pero que por
ahora no puede pagar porque “etoy chiro”.
No te preocupes hijo, le dice el dentista, porque yo
te puedo recibir un chanchito, un chivo, que sí
tienes en casa, verdad? No tengo eso pero sí le
puedo traer “tre gallinita”, que sí tengo en mi
corral. Hecho el acuerdo y movido de nuevo
por el dolor, el paciente zapatea, grita. Con el
apoyo de su ayudante, el dentista lo hace sentar
y pide los instrumentos para la extracción.
Le quita el pañuelo y le hace abrir la boca.
Un enorme pedazo de yuca en forma de muela,
saca y muestra el eficiente y generoso dentista al público.
Para que los niños participaran de una ceremonia
del pueblo de Tabacundo, los llevamos a la
Procesión de Ramos. Con los calentadores y los
zapatos nuevos, recibidos del Comité Femenino
del Banco Central. Las hermanas del Colegio les
dieron ramos y, colocados en grupo, con su promotora,
detrás de la banda, fuimos avanzando.
Faltando unas dos cuadras para llegar a la iglesia,
empieza la gente a correr y los niños también.
Con el susto de que se nos pierdan entre los mil feligreses,
de que los estropeen, corremos a la puerta del
templo unas cuatro promotoras para detenerlos y
concentrarlos en un ángulo del parque.
Asoma una promotora llorando porque se le han perdido
todos los niños, sin darse cuenta de que otra promotora
los había detenido a tiempo y unido a su
grupo, para evitar la confusión.
La casa vacía. Después de unos tres meses de
“la colonia”, regresé a Picalquí con el equipo técnico
del Programa, a un taller de arte y recreación
dictado por las artistas argentinas, Regina Katz y
Mirta Raymondi. La expresión corporal y la pintura
orientadas a la educación infantil fueron un enorme
aporte metodológico para todos, pero yo tuve
necesidad, en los momentos de descanso, de caminar
en silencio y sola por los corredores, por el
prado, porque para mi, esa casa y esos bosques
seguían llenos de voces de niños y me parecía que
de cualquier recodo, de cualquier puerta iban a
salir corriendo y riendo.
Fueron inevitables las lágrimas,
porque para mi esa casa ahora estaba vacía.
De la concepción de que los niños que juegan
son vagos, a la actitud de jugar los padres con los
hijos, que en parte se logró con el programa, nació
esta canción, al ver a un padre jugando con su hija.
Para mi nena
Hoy que tienen mis manos, sabor a tierra
quiero jugar contigo, mi dulce nena.
Te tomaré en mis brazos, mujer pequeña,
cuando te hayas cansado, para que duermas.
Tengo de las semillas toda la fuerza,
y la fe y esperanza de las estrellas.
Tú tienes la ternura para mi siesta
cuando vengo cansado o traigo penas.
Ven y juega conmigo para que aprendas,
de un papá campesino, a amar la tierra.
Al terminarse el financiamiento de UNICEF en
1984 el Programa tuvo diferentes situaciones:
Donde la organización de la comunidad estaba
fuerte, como en la UROCAL, la educación de
los niños se asumió como un factor importantísimo
que llevó a los directivos a participar, frente a las
entidades públicas en las diferentes modalidades
que las políticas de promoción social plantearon.
Ganaron concursos y se expandieron en la zona,
hasta integrarse en el sistema oficial de educación
que por políticas nacionales, los absorbió.
En donde la organización estaba débil,
la comunidad se dividió, al repartirse
los muebles y enceres del programa.
C) Recreación y turismo con niños de varias
escuelas de Quito
De 1993 a 1999 tuve la oportunidad de servir a
la comunidad quiteña desde el municipio capitalino
en algunas actividades educativas con niños y
jóvenes. Entre otras:
• Las “Brigadas Juveniles de Servicio a la Comunidad”,
con jóvenes de 5to. curso de varios colegios,
en unión con estudiantes y maestros de
La Escuela Taller Quito, se realizaron durante
dos meses. Pequeños proyectos de arborización,
horticultura, jardinería, albañilería en siete
barrios de la ciudad, fueron el obsequio a su
ciudad con el reconocimiento de la Dirección
Provincial de Educación y la colaboración de
40 jóvenes conscriptos del ejército ecuatoriano.
Jóvenes enseñados por otros jóvenes, bajo la
dirección de sus maestros, en trabajos concretos
en las comunidades que agradecieron la
presencia de los jóvenes, muchos de los cuáles,
regresaban a visitarlos, porque quedaron como
buenos amigos.
• También participé en programas de recreación
para niños, en diferentes barrios, durante el período
de vacaciones, con el apoyo de jóvenes
voluntarios a quienes el municipio capacitaba
en recreación educativa, y en coordinación del
entonces Ministerio de Bienestar Social. El Servicio
de los jóvenes a los niños de su barrio, en actividades
recreativas, era una oportunidad de
formación, responsabilidad, organización de su
tiempo libre y disfrute del deporte, del arte y de
conocimiento y contacto con la naturaleza.
• Por dos años llevamos 150 niños de las escuelas
del nor-oriente de Quito a un centro de Recreación
del Ministerio de Bienestar Social en
Conocoto. Se prefirió para este programa, a los
niños que terminaban su primaria. Para tener un
grupo homogéneo y realizar caminatas, investigación
de las plantas de los alrededores del
centro, actividades que no se pueden realizar
con niños más pequeños. Otra finalidad para
seleccionar a este grupo de edad, fue, permitirles
la experiencia de pasar una semana, fuera
de su familia, para ejercitar su autonomía, y lograr
integrarse en equipo con compañeros de
la misma edad.
Vigilantes de cualquier novedad con los niños,
tuvimos que llamar a la familia de una niña que
no soportó la separación de su familia y lloraba
con frecuencia. Al llegar los padres y abrazarse
a sollozos entre todos, vimos la dependencia
afectiva mutua que aún no había empezado
a trabajar la autonomía de los miembros de la
familia.
• En coordinación con el Herbario Nacional, realizamos
un programa con 20 niños de 8 a 12
años, seleccionados en las comunidades de
Zámbiza y Cocotoc, que habían solicitado a la
Administración Norte del Municipio, se tomará
en cuenta a los niños de sus comunidades en
actividades relacionadas con la defensa de la
Naturaleza. Durante 8 sábados seguidos realizamos
conjuntamente con la dirección del Herbario,
actividades como preparación del suelo y
siembra de hortalizas, reciclaje de papel; dibujo,
pintura y colash de las partes de las plantas.
El modelo y disecado fue de una flor de cucarda.
Para el almuerzo debíamos trasladarnos en bus
a la Mariscal, en donde, dentro del Programa
“Barrios Hermanos”, un grupo de habitantes de
esa zona ofrecían a los niños el almuerzo.
Al pasar por la parte occidental del parque La
Carolina, el entusiasmo de los niños, salía de
control porque al reconocer las plantas, gritaban:
¡Cucardas, Cucardas!
• Durante tres años, celebramos la Novena de
Navidad juntó a los gerentes y el personal de
los principales Hoteles de la Zona de la Mariscal
con diferentes grupos de niños de barrios populares
e instituciones de apoyo y protección de
los niños en riesgo.
Gestor de ese encuentro de fe, ternura y dignidad
fue el ex-Vicepresidente de la República,
Lcdo. Lenín Moreno, quien al frente de la Cámara
de Turismo de Pichincha (CAPTUR), en
coordinación con la Administración del Proyecto
Rehabilitación Urbana de la Mariscal del Municipio
del Distrito Metropolitano lograron:
. Comprometer a 9 de los hoteles más grandes
de la zona para agasajar a 40 niños por día,
con un entredía en la sala más lujosa, donde
ellos fueron tratados como “embajadores de
la esperanza” y recibieron regalos y dulces.
. Los niños a la vez, con sus cantos de navidad,
con la representación del Nacimiento
de Jesús, de la Adoración de los Reyes, con
sus bailes y representaciones teatrales, preparadas
con libretos apropiados, regalaron
al personal presente que los atendió con lujo
de detalles.
La reflexión y el sentimiento de solidaridad, la
ternura, que solo los niños suelen mover como
nadie, llevó a que no pocas personas se conmovieran
hasta las lágrimas.
• El programa de turismo didáctico “La tierra donde
vivimos”, con mil niños de veinte escuelas
del nor-oriente de Quito.
Transcribo parte de la experiencia vivida con los
niños en este último programa, del libro “Vocación
de Montaña”, publicado en 2010, páginas 94-99.
“El proyecto “La tierra donde vivimos”, nació de
la queja sentida, de la directora del Jardín Gabriela
Mistral, del norte de la ciudad, al comentar: “La
mayoría de nuestros niños no conocen el centro
de la ciudad”… Decidí, entonces solicitar un bus
para llevar a los niños a recorrerlo.
La Coordinadora del Transporte en el municipio,
al transmitirle la petición, me ofreció para todos los
sábados del resto del año escolar un bus con este
objetivo. 50 niños de cada escuela, de las 20 escogidas,
tuvieron esa oportunidad.
El punto central y coronación de este recorrido
era el Panecillo, al que después de visitar y explicar
el edificio del Congreso, con su friso histórico,
la Plaza Grande con los palacios Municipal, Arzobispal
y de Gobierno, visitar al menos dos iglesias,
explicar el arte y el influjo que ejercieron en la cultura,
recorrer la Casa de Sucre, visitar un museo,
ascendíamos al Panecillo en el bus, para mirar la
ciudad de norte a sur, de oriente a occidente.
Procurábamos llegar al “Shungoloma”, (Yavirac,
Panecillo) hacia el medio día, hora propicia
para explicar la caída perpendicular de los rayos
del sol sobre esta franja la más ancha de la tierra.
Luego de identificar desde allí los edificios principales
de la ciudad, en sus cuatro costados.
De pié, en círculo, en silencio, con las manos extendidas
hacia el centro recibíamos los rayos del sol en
el cenit, para irradiar luego con nuestras manos a
todos los puntos de la ciudad, desde el mismo círculo,
mirando hacia afuera, con el deseo de paz,
prosperidad, buena vecindad entre los habitantes.
El agradecimiento por vivir entre tanta belleza
natural y arte, y el propósito de amar y cuidar la
ciudad, surgía en el diálogo que luego, sentados
sobre la hierba realizábamos. Se cerraba esta
parte del paseo, con la poesía “Peregrinaje hacia
la luz”, que en sus dos estrofas finales dice, lo que
ellos estaban contemplando:
“Una Mujer de Luz, de alas abiertas,
coronada de estrellas, con la luna
por pedestal, encadenó a la fiera
que sembraba terror, la vida triunfa.
Un círculo de luz va por los montes
que rodean a esta tierra bendecida
y el cielo cobijó de azul celeste,
a este pequeño encanto de la vida.
Después les esperaban las loncheras, preparadas
por sus padres y en grupos de amigos compartían
y saboreaban su almuerzo.
La semana siguiente las maestras reforzaban el
conocimiento con expresiones artísticas de dibujo
y redacción. El Panecillo, posiblemente pasó a
constituir para muchos de los niños que participaron
en este proyecto, parte importante de su paisaje interior.
En la larga poesía narrativa “Quito Historia de
amor”, sitúo la realización de la profecía del Apocalipsis,
y del Génesis, de que” una Mujer quebran
tará la cabeza de la serpiente”, en este sitio del
planeta y ahora. Transcribo solo las estrofas que
conciernen al Panecillo, símbolo central de la ciudad:
En un rincón de Los Andes,
de valles, montes y riscos
acariciados de vientos, fueron formando los siglos
un pedestal amoroso para una reina y su hijo.
Estaba encinta y un monstruo
de todos bien conocido
esperaba que naciera para devorarlo vivo;
y sumergir a la tierra en tinieblas, llanto, gritos;
porque una paz duradera vendría por ese Niño,
y la hermandad de los pueblos,
un noble y alto destino.
El monstruo no se resigna
porque reinó muchos siglos.
Pero le dieron dos alas a la Mujer, y ella quiso
venir presurosamente hasta este jardín florido
a refugiarse hasta el día de hacer reinar a su hijo.
El trono está levantado en un monte pequeñito
que en quichua y castilla dicen
“Shungoloma o Panecillo”;
un monte de tradiciones, de ceremonia vestido.
Pero desciende a las calles, a ver pasar a sus hijos;
se viste de colegiala, plena de sonrisa y libros,
o vende en la calle Ipiales,
ora en los templos tranquilos.
Hoy se vistió de paisana:
blusa bordada y corpiño,
con manillas de corales,
huallcas, peinetas, zarcillos:
Traía hierbas fragantes, tomadas de El Panecillo…
Este proyecto se coordinó también con el Ministerio
de Turismo, que, junto con los responsables de
cada escuela, y del Municipio de Quito acompañamos
a los niños en este recorrido cívico, estético, y espiritual.
Las escuelas participantes recibieron un diploma
firmado por las instituciones organizadoras.
En la evaluación general al final del proyecto, el
testimonio de la directora del Jardín que nos pidió
hacer conocer a los niños el Centro Histórico, nos
muestra en pequeño, el significado y repercusión
que el conocimiento de su ciudad, le ocasionó a
un niño: “Un día llega furioso, al Jardín, un padre
de familia y en presencia también de la maestra
de su hijo, me reclama:
¡Ustedes no tienen derecho de meterse en mi vida¡.
Por qué dice, Señor,
qué ha pasado, pregunta la maestra.
Mandado por ustedes,
este mocoso me dice:
“Lo que gastas en comprarte trago,
puedes gastar en llevar a mi mamá y a mis hermanitos
a que conozcan lo que yo conocí”.
En el Plan de Rehabilitación Urbana de la Mariscal,
llevado a cabo por la Administración Norte
del DMQ, era importante la arborización de la
zona que había pasado de residencia de familias
notables y adineradas de la ciudad antes de los
años 60, a ser uno de los sectores más importantes
para el comercio y el turismo de esta ciudad, declarada
Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Al formar parte del equipo que con la Dirección
de Parques y Jardines llevaríamos a cabo la arborización,
acudimos a los directivos de 4 colegios secundarios
de este importante barrio de “La Mariscal”,
para informar a los vecinos, en una campaña
de puerta a puerta, sobre esta actividad y coordinar
la apertura de los huecos para dejarles en la
acera de su casa, a estos queridos seres vivientes.
Comprometerlos en el cuidado de los arbolitos
era el objetivo y los 100 jóvenes, capacitados, organizados,
en equipos, desplegaron creatividad y
mucha alegría para esta tarea de participación
ciudadana, que les permitió conocer un poco
más su ciudad y servirla.
Escoba en mano para primero barrer la acera,
y con un mensaje empezaban el diálogo con los
vecinos a quienes se les pedía leer en familia “El
Ruego de un Árbol” escrito en un boletín junto a
las recomendaciones sobre la recolección de la
basura, El afiche se dejaba en los almacenes e
instituciones para sensibilizar acerca de estos pequeños
nuevos habitantes, que se convertirían en
guardianes del lugar.
Les comparto este “ruego” del que fueron mensajeros
los jóvenes de este sector.
RUEGO DE UN ÁRBOL
Soy un árbol niño,
un ser viviente, como tú,
con ganas de crecer y de servir.
Servir es mi vocación:
purifico el aire que respiras,
alegro tu vista con el verdor de mis hojas,
con las maravillosas formas de mis flores.
Ofrezco sombra cuando calcina el sol,
muchos de nosotros
dan frutos dulces a tu paladar,
o curan tus dolencias;
muchos son sacrificados
para dar calor en las chimeneas de la ciudad,
para construir los muebles que tú usas
para tu comodidad,
o las puertas que te dan intimidad y seguridad..
Te ruego:
No permitas que echen basura junto a mi.
Regálame un coco de agua, cuando no llueve;
colócame una cerca mientras crezco,
para que no me destruyan;
retira las hierbas que crecen a mi alrededor.
También afloja y abona mi tierra,
de vez en cuando,
si quieres verme crecer lozano.
Algún día,
unos pajaritos pueden construir su nido
en mis ramas,
y con su canto y su vuelo, si prestas atención,
te pueden recordar,
que tú también tienes alas para elevarte
de lo turbio y lo superficial,
y canto, para agradecer el don infinito de vivir.