Presentación
En el comedor comunitario del INEPE, una pequeña
niña de seis añitos se acerca y pregunta:
¿usted es María Judith Hurtado? Si, contesta Maju.
“Yo me se el Niño panadero” dice la pequeña y
con el candor propio de su edad recita para la
Maestra. Su diaria presencia es luz de sanación y
esperanza, para todos quienes la reciben con cariñosos
abrazos. En los corredores, en los patios, en
las aulas, en cualquier lugar donde se encuentre,
se percibe el llamado quedo de la vida, que brota
en sus canciones y poesías.
“El niño Sol” nos relata los aprendizajes de la
Abuela Cósmica en medio de las tormentas de la
vida, aprendizajes marcados con fuego y sangre
en su espíritu. Nos señala también el camino de
la educadora despertando al devenir, al cambio
continuo. Sus recuerdos de maestra de niños nos
la muestran en libertad total en cada acción paciente
y amorosa. Con humildad afirmar su propio
devenir en la Tierra, tejiendo con el mar, las nubes
y el viento sus sabios mensajes sobre el Arte de vivir.
Caminante de todos los caminos, Maju con piecesitos
de niños nos lleva a recorrer Lima, Zhumiral,
Picalquí, Palmales, barrios del norte y sur de Quito,
para vibrar al unísono con el pensar y sentir de
las voces infantiles en las colonias vacacionales;
para ser condecorada con la joya más preciosa:
el amor de un niño, expresado en un collar de eucalipto
que lo hizo para María Judith.
“El niño Sol” llega anhelante a esta fase de la
gran espiral de la vida de la mujer madre, Abuela
Cósmica en toda la extensión y proyección de sus
acciones, de la poeta y tejedora de arco iris, para
convocarnos a mirar juntos otros cielos, a encariñarnos
con otros versos, cantos, palabras, susurros
de niños, jóvenes, mujeres, …, que han juntado sus
sueños y recuerdos a los de “una Mujer de Luz, de
alas abiertas”.
Mujer cantora de la plenitud de lo existente,
dejas en cada rayito del Niño Sol el mensaje fresco
de la Pacha Mama, la alegría inagotable del
compartir los regalos que no se compran. Las voces
del Coro de “Niños Cantores del Pueblo” son
tu alimento espiritual, tu sustento de luz y armonía.
¡Gracias a la vida que nos ha dado a María Judith!
En este verano de nuevo siglo y milenio, su
“Niño Sol” nos invita a disfrutar agradecidos del regalo
sagrado de la vida, a plasmar de ternura y
bondad cada acción educativa, a fundirnos en el
afecto sincero con los maravillosos colores de los
atardeceres, con los gorjeos humildes del gorrión,
con el esplendor de flores, rocas y montañas.
¡Gracias Maju querida, gotita de agua que sacia
nuestra sed de trascendencia, rayito de luz que
habita en nuestras almas, gorrioncito tierno, lirio en
botón, sonrisa del cielo, milagro de amor …
Lilián Álvaro Lugo
Quito, 21 de junio de 2013
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