jueves, 13 de octubre de 2016

Ascensión a la Montaña con los Niños del INEPE

Ascensión a la Montaña con los
Niños del INEPE


Esfuerzos comunitarios por crear un sistema solidario
de vida donde ofrecer a los niños y jóvenes,
una nueva forma de convivencia y percepción de
la vida, de sí mismos y la naturaleza, ha convocado
desde principios del siglo pasado, innumerables
iniciativas en favor de una nueva educación de
los niños, y los jóvenes,en los diversos continentes:
Piaget, Tagore, Waldor, Gurdjief, Gabriela Mistral,
Makarenko, Don Bosco, Paulo Freire, para no citar
sino algunos que son más conocidos por nosotros y
que sentaron escuela:

Formularon sus conceptos, experimentaron métodos,
formaron equipos de maestros y de padres,
compartieron con los grupos de niños y jóvenes;
ellos mismos o algún compañero recogieron por
escrito las experiencias que nos sirven de luz en
este momento de crisis civilizatoria.
Tienen en común algunas líneas:

La fe en el ser humano, especialmente en los
niños y jóvenes.

El descubrir y posibilitar el desarrollo de las capacidades
de las nuevas generaciones, en el conocimiento
y cuidado de la propia vida y en relación
con la naturaleza; valoración y dedicación a la
ciencia; práctica y disfrute de las diversas formas
de arte y recreación; aprendizaje y participación
en el trabajo y organización de la comunidad a la
que pertenecen. Sentido de la vida y actuación
ética, cívica y espiritual.

En esta corriente y en este objetivo, se inserta
la experiencia de 30 años de la comunidad educativa
del INEPE, en medio de la imposición de los
criterios, métodos y políticas adoptadas por los
gobernantes adscritos al sistema económico mundial
injusto que ha hecho del sistema educativo,
un campo de experimentación de “expertos” no
comprometidos con la vida, la diversidad cultural
y los procesos locales y nacionales, sostenidos, sino
con la venta de teorías, de sus propias consultorías,
que muchas veces han retrasado, desorientado
y desprestigiado la fuerza y misión que tiene la
educación, surge el compromiso político, y espiritual
profundo de un grupo de universitarios “politécnicos”,
con su pueblo y en búsqueda de coherencia
personal y grupal, en la práctica, frente a
la situación de Latinoamérica, amenazada en los
procesos cubano y nicaragüense, a partir de una
comunidad concreta, la comunidad de Chilibulo,
al sur-occidente de Quito.

Del estudio minucioso de Paulo Freire y el diálogo
con los pensadores latinoamericanos contemporáneos
se hace carne en ellos el “leer la realidad,
para poder insertarse con respeto”, caminar
juntos, aprendiendo y enseñando mutuamente
para cambiarla.

Las necesidades de la comunidad te interpelan
en este proceso y, más urgente que los caminos
para sacar los productos al mercado, aparece la
necesidad de alfabetización, pues la carencia en
este aspecto, les lleva a ser engañados, a no saber
cuidar su vida. Pero se alfabetizaba mientras
se preparaba la tierra para la siembra, mientras se
cosechaba, se arreglaban los caminos.
La cantidad de niños en la comunidad y la escuela
lejana por caminos peligrosos, así como los
hijos pequeños de las compañeras alfabetizadoras,
hizo pensar en abrir una escuelita, para la que
ofreció su casa la señora Laura Alquinga. Casa
que llamaron después, los niños, “La Casita de
Chocolate”.


Quien se interese en este proceso vital comunitario
tiene la información en los archivos del INEPE,
nombre asumido por consenso, como el proceso
democrático que se practica en todo, 
y la apertura de todo el equipo docente y administrativo,
que recibe anualmente, investigadores, maestros,
pasantes, científicos de diversos países.
El siguiente acróstico es la expresión del amor
y sentido de la misión educadora del equipo que
inició el INEPE, en las palabras de la compañera
Lilian Alvaro.

COLIBRÍES, FLORES DE ÑÁCHAK, MARIPOSAS DE
ISOLOMA
El mar tibio de sus aladas risas ha tejido el mandil
celeste del equipo de educadores populares del
INEPE y han cobijado de sueños y esperanzas las
vidas de madres, padres y maestros.
N atalicio del Sol es de colores, de Lapicito de
papel y del San Juan de los animales, que
I luminan con sus suaves melodías y sus alegres
versos, las investigaciones sobre el
Ñ andú, los dinosaurios y sobre la edad del agua.
O jitos ávidos de sonrisas de padres, madres y
maestros, en comunión vital con la
S uave caricia de los brazos amados que los
cuidan y protegen.
Y aravíes andinos, andareles con olor a mar y
color de esmeraldas,
acen en cada taller de aula, de la mano de
una inagotable
I maginación que mueve a contar los cerros,
las camas del huerto, los
Ñ úes de las enciclopedias; para escribir poemas,
acrósticos y pensamientos en prosa con
A roma a capulí, flor de tilo, tierra del Unguí,
viento de Lloa,
S ol de Isoloma.
D uendecillos de hermosas e inimaginables travesuras,
E téreos rayos de Sol y Luna,
L uz de todas las estrellas que acompañan titilantes
nuestras vidas.
I nvocación permanente a la ternura, al pensar-
sentir-actuar humilde y generoso,
N obleza transparente en sus inquietudes y temores;
sabiduría que
E xige ser escuchada y aprendida. Amigos del
colibrí, cuidadores
P eregrinos de las flores y árboles del cerro, mariposas
transformadoras de vidas. Reciban
E ste sencillo homenaje, pues son la razón de
ser de nuestra propuesta educativa.

Yo quiero compartir en estas líneas algunos datos
de mi cercanía a este proceso educativo que
también me abrió las puertas del local y del corazón,
en esta etapa importantísima de mi vida: la
post-jubilación.
Transcribo también aquí las páginas referentes
al “Cerro Ungüí”, del escrito “Vocación de Montaña”,
págs. 118-121:

“Llegar al pie del Monte Dorado
Ecuador me dio la bienvenida desde el Ungüí
(o Monte Dorado, como le dicen los antiguos), a
mi regreso del viaje que me llevó a encontrarme
conmigo misma, con lo esencial de mi vocación,
con la identidad y diversidad latinoamericana, en
abrazo de muchas culturas del mundo.

Después de una media hora de que se anunciara
por el parlante del avión, que estábamos ya
sobrevolando suelo ecuatoriano, el avión empezó
a descender para preparar el aterrizaje y, al dar
un viraje para tomar pista, tuve a mi izquierda la
majestad de un monte multicolor, hecho de retazos
de sembríos; a su costado sur, el plumaje de
los árboles, y a sus plantas, la ciudad que se había
extendido hacia el sur como la cola de un vestido
de fiesta.

Siempre me fascinó este monte, cuya cumbre
redondeada acariciaba con la mirada como la
cabecita de un bebé, al caminar por la calle Solano,
y descender hacia el parque de El Arbolito;
pero cuando llegué al INEPE (Instituto de Investigación
y Educación Popular), ascendiendo por el
camino empedrado, tuve la sensación de llegar a
“la casa de la sabiduría y del amor”.

Tenía el rumor de colmenar, cada uno en su
campo de acción (el aula, el patio de recreo, la
cocina, la huerta, la biblioteca), concentrado,
atento, alegre, no era indiferente a quien entraba
y con la sencillez y calidad de un antiguo amigo,
saludaba, aunque para mi era la primera vez que llegaba.


Después, siempre que regresé, sentí como un
regalo de la vida el integrarme, aunque sea por
unas horas, en un proceso labrado con tanta dedicación,
no solo como opción política de una
pequeño grupo de soñadores de un cambio social
integral, sino como laboratorio de evolución
espiritual, iluminadora, y como testimonio de que
la Tierra Nueva ya está manifestándose.

Descender del monte a pie, en silencio, después
de la lluvia, escuchando a los pájaros, y mirarlo
desde diferentes ángulos, mientras se va acercando
una a la ciudad, enredada en el tránsito, en el
trabajo, en el comercio, es regresar a los hermanos
con esperanza, reforzada en la oración iluminadora
del aprendizaje, del cariño; de la contemplación
que te da el proceso investigativo que compartes,
a veces, con solo mirar; pero ante todo, la
experiencia de sentirte inmerso en un torrente de
vida: los niños que juegan, que cantan, aprenden-
enseñan; las compañeras de la cocina que
preparan los alimentos para todos y sirven con tanto
cariño y pulcritud, los maestros y maestras que
se capacitan, que enseñan; los directivos abiertos
a las necesidades no solo de la comunidad donde
se encuentra la unidad educativa, sino a la ciudad,
al país, al mundo, porque de todas partes llegan
a ver y a pedir auxilio.

En la visión profunda de la situación del país, de
la tierra, he percibido especialmente en los directivos, 
muchas veces ante la magnitud de la problemática,
el sentimiento de Jesús: ”Tengo compasión
de las turbas porque pueden desfallecer en el
camino”.

Como educadora comunitaria, “abuela cósmica”
poeta, artesana, me inserto actualmente por
el tercer año en el equipo de Salud en la Unidad
Educativa.

Este rol de “sanadora” que me hizo averiguar y
compartir en diversos países, los métodos de salud
alternativa, fue potenciado en la infancia por mi
cercanía al campo y el conocimiento del poder
curativo de las plantas, y a mi madre que con 6 hijos
y centro ineludible de consulta de todas las vecinas,
siempre la vi enfrentar con entereza, amor
y racionalidad los dolores y los accidentes de su
familia y su comunidad.

Del estudio de la Psicología Evolutiva, de la Dinámica
Individual y Familiar que trabaja y propone
cambios la Cibernética Social, o Proporcionalismo,
pero ante todo, del proceso de Terapia Craneo
Sacral que por varios años lleva a cabo en el
INEPE la médica, fisiatra y maestra budista, Jannet
Evergeen, he tomado las herramientas con las que
apoyo en salud, a este proyecto de vida comunitaria
llamado INEPE.

Valdría la pena sondear en la experiencia educativa
de cada uno de los miembros del equipo,
en esta forma testimonial sobre el proceso vivido,
con los valores, aprendizajes, cambios, dolores, dificultades
afrontadas, vividas en el contexto político,
económico, ético del mundo local y mundial y
nos haría comprender mejor un proceso sostenido
desde el espíritu y la tenacidad de una opción basada
en el amor a sus hermanos, pero me limitaré
a narrar pequeñas vivencias personales.

En el corto espacio de unas páginas, no se puede
encerrar la vida, pero la palabra como distintivo
del ser humano nos permite esbozar algunas
vivencias para comunicarnos con nuestros semejantes,
por eso, prefiero en forma de anécdotas,
dar un muestreo de los hallazgos, procesos, dolores,
con los que los educadores nos confrontamos
en esta comunidad educativa y que del conjunto,
los lectores irán descubriendo, no solo el método
de educación popular (autocrítica, solidaridad,
investigación, apertura espiritual), el estilo de educar
que se ha ido creando en comunidad y aprendiendo
paso a paso, sino el Espíritu que anima este caminar.

Escogidos como llegan, sin ningún orden ni prioridad,
se presentarán en escena, los recuerdos:

• Yo creí que ya te habías muerto. Con René,
un educador español, compañero del Movimiento
Humanista fuimos al INEPE a realizar
un Taller sobre la “No violencia” con un curso
superior, y al terminar nos invitaron a almorzar. 
Estaban en el comedor los niños y niñas
de 2º de Básica. Miramos dos puestos desocupados
y preguntamos a las dos niñas que
estaban más cerca si nos podíamos sentar
allí y nos dijeron que sí. 

En su espontaneidad
y trato seguro con los adultos, que tienen los
niños de esta escuela, una de ellas preguntó
“¿Y tú, cómo te llamas? Le dije, “María Judith”
y la otra preguntó ¿Hurtado Cevallos?. Yo
quedé sorprendida de por qué sabía mi nombre
y recordé que en 2003, cuando se editó
mi trabajo “Voces del Alba”, con cuentos y
poesías, en la institución adquirieron un buen
número que, disponible en la biblioteca, servía
a todos los grados. Entonces les pregunté
si trabajaron con algún tema y dijeron que sí;
ella añadió, yo me sé “El Niño Panadero”, y
empezó a recitarlo.. La primera se levantó
y tomando mi cara entre sus manos me dijo:
“yo pensé que ya te habías muerto”. Entonces
tú pensabas que era muy viejita? Y me
dijo que sí. ¡Qué fácil es relacionarse con la
limpidez, cariño y espontaneidad de niños sin
prejuicios!



• Una niebla bellísima. …La entrevista al autor,
que en su aprendizaje de la lengua realizan
los niños desde los primeros grados, es hecha
con mucha seriedad: preparan las preguntas,
opinan sobre el contenido, destacan las
palabras nuevas que encontraron. ´Cuando
trabajan sobre algún tema de mi autoría,
aprovechan mi asistencia al Colegio para
invitarme al grado. En un grado Tercero de
Básica, habían trabajado sobre el cuento “La
Gotita de Agua”. Al sondear lo que recordaban
del cuento, vi que recordaban y habían
trabajado desde las Ciencias de la Vida, desde
el lenguaje y recordaban todo. 

Quise entonces,
mostrarles otro aspecto del agua y les
pregunté si se han fijado en la neblina, que
con frecuencia inunda los patios del colegio,
bajando desde el cerro, y se queda mirando
a los niños por las ventanas. 

Les recité

La niebla me está diciendo
que ella fue río y fue savia
que se liberó al deseo
de acariciar a las plantas,
de jugar rondas al viento,
de cubrir montes y casas
y esconderlas sutilmente,
bajo su manto de gaza,
pero que al salir el sol,
se esfumará en luz dorada.

En la semana siguiente se acerca corriendo, durante
el recreo una niña y me cuenta con emoción,
que se fueron de caminata hacia el cerro y que allí
se encontraron con “una neblina bellísima”.

• Soy un ser humano. La sensibilidad de las
maestras para percibir los problemas emocionales
y de cualquier tipo de sus alumnos, es
concreta y con frecuencia me piden apoyo
para detectar el origen y buscar la forma de
tratarlo a tiempo. Una maestra de alumnos
de 6 años me dice que una niña está muy
agresiva y que pelea mucho con su hermana.
Yo no puedo empezar diciendo: “me
dicen que tienes este problema”.

Después de entablar una relación de simpatía
le pregunto cómo se siente en su familia,
en el grado, y pronto aparece clara la situación:
¿cuántos hermanos son?, y los dibujamos
en una hoja. ¿Con cuál de tus hermanos,
de tus padres te llevas mejor?
“Yo soy la preferida de mi papá y mi hermana
me pelea mucho, pero yo le gano a ella.
¿ Y qué sientes cuando la haces llorar? Me
siento “mala”. Veo que la conciencia moral
está clara en ella y que comprender por qué
le pelea su hermana mayor le hará trabajar
consigo misma, para regular la fuerza con
la que luchó para ganar a su padre como
su fuente natural de energía y desplazó a su
hermana mayor (con dos años). Le pregunto
qué sentiría ella misma si su padre llegara con
un regalito para su hermana y no para ella, y
me dice que sentiría envidia y rabia. Comprende
entonces que su hermana puede
tener esos sentimientos ante la desigualdad
del trato de su padre. Y empezamos a buscar
juntas las soluciones. 

En lo que respecta
a ella: La necesaria generosidad para compartir…
el control de la lengua para no herir y
bajar la auto-estima de su hermana….el necesario
auto-control cuando le da rabia, con
la respiración y la imagen de “ser racional” y
el concepto claro de “yo soy un ser humano
y no una fiera”.

Al preguntarle a su madre que cómo va la
pequeña en casa, me dice que con frecuencia
la ve leyendo el papel plegado con conceptos, 
y dibujos realizados durante la entrevista
y repitiendo “Yo soy un ser humano y no
una fiera”, y que cuando empieza a encenderse
la hoguera de la pelea, sale corriendo
a respirar y regresa tranquila.

• Compromiso de respeto. Un día llega flagelado
un niño de 8 años y me dice que fue su
padre. El dolor ante tanta crueldad con un
niño, le hace a uno pensar primero en la denuncia
a las autoridades pero a la vez en las
posibles consecuencias: meten preso al padre,
le quitan la tenencia, llevan al niño a una
institución que por especializada que sea, no
reemplaza a la familia.

Le pregunto qué hizo para que su padre descargara
tanta ira contra él y me dice que porque
manchó el deber que estaba haciendo
porque el esferográfico se descompuso.
La primera opción es aliviar el dolor físico y la
tristeza, reforzando el valor de su vida y la seguridad
del cariño de quienes le rodeamos.
Conozco a su madre, una mujer inteligente y
dulce, y sé el miedo y el dolor profundo con
que quedaría ella también, que necesitaría
también hablar y desahogarse y le pido
al niño que le diga a la madre que necesito verla.

Recurro a reforzar la seguridad del niño asumiendo
su propia defensa ente el padre, con
quien deberá hablar al llegar a casa y decirle
con respeto y con entereza: “Papá, yo te
prometo hacer bien las cosas y obedecerte
pero te pido que no vuelvas a maltratarme”.

Al día siguiente me dice que hablaron. Ha
pasado casi un año y cuando lo encuentro le
pregunto que cómo está me dice que bien y
que el problema no se ha vuelto a suscitar.
Después hablé con los padres y supe que el
padre solo había terminado la escuela primaria,
y que su mayor orgullo era la hermosa
letra que tenía, pues sus maestros le enseñaron.
Seguramente eso es lo que quisiera que
su hijo tenga. Estaba sin trabajo. Tanta frustración
guardada se ensañó en el más inocente
e indefenso ser.

¡Cuánta conciencia de nuestros vacíos y aspiraciones
necesitamos los adultos para seguir
creciendo interiormente y vivir en paz
con nosotros mismos y entablar relaciones
positivas con las personas de nuestra convivencia!
• Delicadeza. Llego al comedor y al ir a la
mesa con la bandeja, pasa alguien y me
hace regar un poco la sopa…en la bandeja.
Un niño que me invita a sentarme al frente de
él para almorzar juntos, ve que estaba derramada
la sopa y corre a traer una bandeja
limpia y cambiármela.

Me admiró la atención, delicadeza y solicitud
del niño, que no solo piensa en sí mismo y que
tiene ya incorporado el hábito de limpieza en
sí y en los demás.

• Ya no me siento sola. Una maestra me pide
trabajar con una niña que la ve muy triste.
La niña me cuenta que ella no puede conversar
ni con su padre, que abandonó a ella
y a su madre, y tampoco con la madre que
tiene que salir a trabajar muy temprano, pero
le deja hecha la comida que debe calentar
la niña cuando regresa de la escuela y que
cuando regresa la madre, ella ya está dormida.

Es innegable el vacío de afecto y de comunicación
en la familia que la escuela no puede
reemplazar, pero la traigo a su presente
y a su cuerpo, que respira, que crece, a su
capacidad mental que aprende, y a su corazón,
que aunque es consciente que ahora
está triste, es su rinconcito donde ella puede
sentir seguridad y cariño por la vida que late
en ella, vida que le regalaron a ella con la
semillita de su padre y de su madre.

Recostada, le digo que voy a posar mis manos
sobre su pecho para ayudarle a sacar
esa tristeza, con respiraciones, pero que yo
solo acompaño, que es ella quien decide
estar bien y llenarse de la fuerza y el regalo
del oxígeno que nos da el universo, sostenida
con seguridad por la Madre Tierra.

Al terminar el ejercicio le hago mirar el horizonte
y las plantas que se asoman por la
ventana y percibir todos los seres vivos que le
rodean. Que sus maestros estamos allí como
parte de su comunidad.

Semanalmente vino por unas tres ocasiones,
pidiendo permiso a su maestra, porque tenía
“su terapia”.

Un día dijo, ya no me siento sola. ¿Y qué has
hecho?, miro toda la vida que me rodea y
hago mis respiraciones.

• La celebración del Inti-Raymi es tomada en
cuenta muy particularmente en el colegio,
no solo para reforzar nuestra cultura andina,
sino para potenciar nuestra conciencia cósmica.

Durante un año, 4 de las “Abuelas Cósmicas”
nos ubicamos cada una en un patio
del colegio y con grupos de niños pequeños y
jóvenes, realizamos ceremonias que incluían
círculos, ejercicios corporales de unión con la
tierra y con el sol, con los hermanos. 

La interiorización
en silencio, es importante. 

Con el grupo a mí asignado, en el momento de alta
sensibilización, se leyó el poema “Estructura
Vital”, que transcribo a continuación. Al terminar
la ceremonia, en grupo expresamos lo
que aprendimos, lo que sentimos, el propósito
que nos queda latiendo en el corazón.

Me llamó la atención y me llenó de alegría la
expresión de un niño de los más pequeños,
que dijo “Me di cuenta que el sol y la tierra
están dentro de mi y que yo soy una partecita
de ellos“.

ESTRUCTURA VITAL
Yo estoy hecho de viento y cuando canto
las flautas de los juncos suenan dentro,
y llenan el ambiente de armonía.
Yo estoy hecho de tierra. Hay llanuras,
florestas, montes, valles, en mi cuerpo total,
que florece, se agota y regenera
en un ciclo vital interminable.

Cuando se desmorone con la muerte
fundido con la tierra generosa,
volverá a la unidad integradora,
a la Totalidad de donde vino.

Yo estoy hecho de fuego; está la hoguera
en el centro del pecho crepitando.
Desde el ojo y la mente me ilumina
y en el centro vital me regenera.
Tengo un sistema eléctrico en los nervios
cuya pequeña chispa se difunde
con la magia vivaz del pensamiento.

Yo estoy hecho de agua: son las venas
todo un sistema hidráulico fluyendo;
el llanto lava y brilla los cristales
no solo de los ojos, sino el alma.
Yo estoy hecho de luz integradora
que habita todo el ser, que se sustenta
en la palabra cierta, en la ternura,
en la fe en el futuro, en la conciencia,
en la comunión cósmica sentida
con todo lo pasado y lo futuro,
pues soy un ser humano trascendido.



• La desatención de los niños en clase, la agresividad,
el retraso en los deberes, las maestras
saben que pueden tener múltiples causas y
con frecuencia me piden ayuda para detectar
el origen. Con los niños es fácil llegar a los
componentes principales del problema, con
la pregunta cómo te sientes en la casa? Con
quién te llevas más?

Con uno de los niños detecto que está en la relación
con la madre. La llamo, converso con ella y
me dice con sinceridad, que fue un niño no deseado
y que no siente mucha cercanía a él.
Se compromete en un trabajo personal, consigo
misma, y asiste a varias sesiones.

Cuando ella asume la decisión de superar el
rechazo al niño, le digo que trabajemos juntas en
meditación con el niño. La cercanía de la madre
que lo irradia quizá más que con las manos, con el
corazón, se ve en el disfrute del niño, en las lágrimas
de la madre, en el abrazo final, efusivo, tierno,
capaz de fortalecerle hasta los huesos. Les regalé
con el canto de bienvenida, que nos llenó de alegría
a los tres.

Bienvenido al mundo,
Niño de mi amor,
flor que has nacido
en mi corazón.
Gotita de agua,
rayito de sol,
lindo lucerito,
regalo de Dios.
Gorrioncito tierno,
lirio en botón,
sonrisa del cielo,
milagro de amor.



• Una maestra me pide atender a un niño que
está muy triste porque dice que sus padres
pelean mucho y que ha bajado la atención
y el rendimiento escolar.

En las diferentes situaciones que narra el niño,
dice que ellos pelean especialmente en la
mañana, a la hora de salir y que lo gritan
también a él, porque no se viste rápido y no
se apura a desayunar. 

Le pregunto si se levanta a tiempo 
y dice que le da mucha pereza
levantarse y se vuelve a quedar dormido
cuando su madre lo llama. “¿podrías tomar
como un juego el dar un salto de la cama a
la primera llamada de tu mamá para levantarte
a tiempo?” y él asume el reto. 

Cuando lo vuelvo a llamar para saber si ha cumplido
el compromiso dice que sí y que ya no pelean
sus padres a esa hora, pues se atrasaban
a sus trabajos por su causa, y se culpaban
mutuamente, que él llega más contento
al colegio y pone más atención a los deberes
que les dejan para no atrasarse. 

Se da cuenta que el esfuerzo hecho por él, evitó la
angustia y la ira de los padres, cuánto aporte
significó para el mejoramiento de las relaciones
entre todos. “Soy parte importante en el
mejoramiento de las relaciones en mi familia”
fue la conclusión gratificante.

• Un niño de 8 años es acusado por su madre
que se le coge la cosas de la tienda, sin
permiso. En el colegio no tiene ese problema.
Le averiguo a él sobre muchos tópicos
para encontrar el por qué toma dinero de su
mamá sin permiso y el niño me cuenta que
al decirle a la madre que no le gustaba el
refrigerio que ella le enviaba en la mochila,
le dijo que entonces no le daría nada, y que
él tenía hambre en el recreo.

Pero cuando me lo trajo para acusarlo delante
de mí que había tomado dinero de la
tienda y que dejó que la madre culpara al
padre, se avergonzó y dijo que tenía miedo
a la ira de su madre, pero que se sentía muy
mal por dejar que culpen a un inocente.

Ante la reflexión sobre el dinero como fruto
del trabajo, la comprensión hacia la madre
que tenía miedo de que el niño se vuelva
“comodón” como el padre, que necesita ser
empujado por ella para que colabore en salir
delante, comprende la necesidad de ayudar
a su madre en las actividades de la casa
y desarrollar sus destrezas, por ahora primero
para el estudio, venciendo la pereza, o la
adicción al juego, mientras ella se rompe el
lomo. Hacen el compromiso: él, de hablar
con confianza con la madre, cuando algo
le hace falta y ayudarle correspondiendo al
esfuerzo de la madre, con el estudio, y en las
labores de la casa; y ella de no descargar la
ira que tiene con el padre, sobre el niño, y no
proyectar imaginaciones negativas sobre él.

Preguntado de vez en cuando, cómo le va
en la casa, y al sentirlo abierto y alegre, veo
la seriedad y redireccionamiento que les permitió
el compromiso del niño y de la madre.


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