A modo de Epílogo. Cuento
LA MAGIA DE VIVIR
El reflejo dorado del sol saliente iluminó el perfil
de todas las montañas.
La noche y la tempestad habían recogido apresuradamente
sus crespones negros al presentir esa presencia luminosa.
“La luz y las tinieblas juegan desde el principio
con la tierra y dentro de cada ser humano”, dijo la
abuela al nieto, con quien se había sentado frente
a la ventana, como todos los días, para agradecer
juntos otro día de vida, mientras contemplaban amanecer.
¡Cómo, ¿dentro de mí hay también día y noche?
Sí, lo que pasa afuera, pasa adentro. Pero
ahí, tú tienes la posibilidad de apresurar el día, o
de alargar la noche para leer el mensaje de tus
constelaciones o de tus estrellas fugaces, el día y
la noche son los dos lados de una misma realidad.
Me puedes enseñar, abuela, a no temer la noche…,
pues cuando se oculta el sol yo tengo miedo,
no se de qué, pero me parece que hay monstruos
a mi alrededor, que pueden devorarme.
El temor a que nos ataquen es natural, dijo la
abuela, porque todo lo desconocido nos espanta;
pero si aprendes a ver y a caminar en la noche,
o a apresurar el día, nada te detendrá, ni opacará
tu alegría, en la aventura de vivir lo nuevo que
trae cada mañana, y el silencio y descanso que te
ofrece cada noche.
El disco luminoso del sol apareció en todo su esplendor
en el telón azul añil del cielo.
Se abrazaron la abuela y el nieto y brillaron los
ojos de la anciana con la ternura de todo lo vivido,
que pasó con la velocidad de la luz dentro de si.
En ese abrazo silencioso el niño sintió la seguridad
de poder enfrentar los miedos, como lo había logrado
su abuela, para ahora mirar con tanta paz
y amor la vida.
El sol dentro de ti es la conciencia, dijo la anciana
al niño; las fuerzas inconscientes son tu noche,
pero cuando tú te decides a explorarlas, puedes
hacer amanecer en cualquier rato; pero necesitas
una linterna mágica y fuerzas para andar por
los vericuetos ocultos donde se anidan tus miedos,
para encontrarlos; pero estos no son tus enemigos,
si aprendes a escuchar sus advertencias y a reírte
de sus exageraciones.
¡Una linterna mágica!..... ¿Tú me la puedes dar,
o puedes indicarme dónde comprarla?, dijo entusiasmado el niño.
…No se puede comprar, hay que ganársela.
Replicó la abuela. Tú la vas a encontrar, si la buscas.
Yo puedo indicarte el camino y acompañarte,
lo haremos juntos, pero ese será tu triunfo sobre los miedos.
Enfoca tu atención en lo que sientes: ese es el
primer paso. Sin mentirte, tan solo como un dato,
para empezar a andar hacia el origen de tus miedos,
tus emociones y sentimientos dolorosos; allí, al
llegar, podrás cambiarlos al comprender su origen
y decidirte a despedirlos. “Resuelves los problemas,
no cuando quieres resolverlos -dice un sabio
principio -, sino cuando descubres su raíz”.
Identificar desde qué etapa de tu vida viven
dentro de ti, es otro paso; qué rostro tienen y resolverte
a hablarles, contarles cuánto te hicieron
sufrir; y luego, con tu propia autoridad, darle la orden
de romper la cadena que ata una parte de
ti con ese miedo. Descubre la enseñanza que te
dejaron. Libera a las personas que quizás sin saberlo
contribuyeron a que se implanten los miedos
dentro de ti. Déjalas partir.
Respira: la fuerza de la vida que tú inhalas, se
llevará los despojos al exhalar, si tu intención de liberarte es clara.
Abuela y nieto cerraron los ojos para sentir el
aire entrar, renovarlos, abrazarlos en un silencio y
un descanso, desconocidos para el niño hasta entonces.
Perdonar es liberar al otro y liberarte. Así, tu pasado
se integra como fuerza vital sin sufrimientos y
sin apegos, para construir tu presente como experiencia
sabia y sentirás la paz del amanecer dentro
de ti. La paz con el pasado, por la comprensión y
el perdón, se integra como fuerza en tu presente,
y como alegría frente al futuro.
La abuela seguía hablando y parecía que hablaba
para sí misma. El niño finalmente la interrumpió.
Tú, abuela, hablas mucho del pasado, comparas
con las cosas de ahora y te parece que lo de
antes fue mejor. ¿ya no te interesa el presente?.
Todo lo contrario: el presente es lo único que tenemos.
Pero todo lo que pasó forma parte de mi,
está registrado en mi memoria y en cada célula de
mi cuerpo y para adaptarme al presente necesito
comprenderlo, analizarlo, valorarlo, asumirlo. La
experiencia de todo lo vivido, aún de los dolores,
es mi riqueza actual. Por eso parezco indiferente
a lo que pasa, pero como a veces pienso que me
puede quedar poco tiempo, trato de emplearlo
solo en lo más importante. Para mi lo más valioso
esta mañana fue mirar juntos el amanecer, poder
abrazarte, sentirte que respiras junto a mi.
De pronto empezaron a escucharse
ruidos desconocidos en la cocina:
¡Abuela, olvidaste la cocina encendida y el
agua se secó! Y los dos, corrieron a socorrer a la
olla preferida de la Abuela que se retorcía de calor
sin una gota de agua.
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